No está bien visto ser feliz
¡Hola a todos de nuevo!
Sí, lo sé. He estado más perdido que Wally en el frente atlético. Es lo que tiene cuando decides preparar una boda, casarte y después mudarte. Así, todo a la vez. Porque las cosas en la vida muchas veces suceden de golpe, sin proponérselo… ¡Pero oye! Son aventuras.
Sin embargo, las aventuras también tienen su toque estresante y, por ello, también es necesario saber gestionarlas para poder mantener nuestras emociones y nuestra mente en buen estado de salud.
De eso trata precisamente esta nueva entrada de blog, una nueva reflexión nacida durante el último curso que he tenido el gran placer de realizar en la formación continuada de Cuidados Paliativos, esta vez de manos de Maribel Carreras y Rosa García, dos grandes psicólogas clínicas de este mundo que tanto me apasiona, y que llevaba por título “Afrontamiento del desgaste y la fatiga por compasión”.
Desde hace mucho tiempo comparto la idea de que vivimos condicionados por nuestro entorno y por nosotros mismos hasta límites que ni nosotros mismos sospechamos.
Vivimos en pos de mantener unos seguidores que no sabemos quiénes son, pero cuya opinión nos importa mucho. Somos capaces de colgar desnudos casi de calificación dos rombos para conseguir de los demás una autoestima que somos incapaces de conseguir de nosotros mismos, creando una especie de droga moderna de la cual necesitamos más y más. Hacemos deporte por mostrar resultados a otros. Enseñamos para gustar a otros. Lo cual es curioso, porque a toooooda esa gente en realidad le importamos un mojoncillo. No deja de ser cuanto menos irónico.
Siempre he pensado que la autoestima debe
conseguirse de uno mismo, de pensar con rectitud y objetividad: separarnos del
monto, ver todo como espectadores y recuperar la perspectiva; decirnos al
espejo y en voz alta “me voy a comer el día”, y levantarte cada vez que te caes
hasta aprender y crecer una y otra vez. De lo contrario, si vivimos por y para
otros (como esos seguidores de los que hablaba), la autoestima se convierte en
una droga de la que dependeremos hasta no poder vivir sin ella. De ahí tanta
gente que sonríe delante de una cámara cuando, por detrás, se encuentra sola.
También estamos los que procuramos utilizar las redes sociales y el Internet para ayudar a los demás. Eso está genial, por supuesto, pero… ¿Qué ocurre cuando somos nosotros los que no nos cuidamos?
Dublin y Spiegelman, en 1947, alegaban que “Es notable descubrir que los hombres y mujeres de la profesión, dedicados a mejorar la salud de los demás, fracasan en proteger la de ellos”.
Yo lo llamo el “síndrome de Amelie” xD
¿Por qué se nos llena la boca alegando que los cuidadores no se cuidan
y nosotros, profesionales de la salud, somos incapaces de desconectar, incluso
a sabiendas de que nuestra salud física y mental se reprime? ¿Porque nos gusta
lo que hacemos? ¿Porque debemos mantener nuestro listón? ¿Eres capaz de parar o
delegar, desconectar un tiempo o irte unos días con tus amigos por ahí, a
sabiendas de que tu blog/web/cuenta pagarán por eso?
Piensa por un momento en todo lo que verdaderamente importa en tu vida: tu familia, tus amigos, tus ratos de reflexión, parar y no hacer nada más que tumbarte y escuchar el viento sintiéndote vivo…, esa forma de ocio que te encanta y que hace mucho que no practicas...
Ahora, piensa en todo el tiempo que dedicas a tus redes (añade el que dedicas también por “obligación” o por “mantener el estatus”), a tus horas extra de trabajo, a los “Sí” cuando no sabías decir “No”… Y tradúcelo en tiempo.
Bien, ahora respóndete: ¿cuánto tiempo has dedicado a esto último y cuánto a lo que verdaderamente importa?
El resultado suele ser abrumador… Y tristemente revelador.
Y es que, según ese último famoso anuncio de Ruavieja, nuestro cerebro está diseñado para posponer lo que de verdad importa, en un engaño de pensar que viviremos eternamente.
Pero sabemos que podemos morir en cualquier momento.
Nos creamos una fama “virtual” que condiciona nuestros estilos de vida
y nuestro propio bienestar. Ay, ¡cuántas veces he caído yo en eso y sigo
cayendo!
Y tras caer tanto en esto, miro atrás y descubro los mejores momentos de mi vida siempre rodeado de la gente que quiero, riéndome, con abrazos, besos, o haciendo lo que me gusta... Y justo ahí decido de vez en cuando “reorientarme”, gestionar esas “aventuras” de las que hablaba al principio del blog para apartar tooooodo y coger tiempo para mí y sentirme genial. Y si hay que apartarse meses, pues oye, hasta que uno esté a tope y decida regresar para darlo todo.
Por eso no está bien visto ser feliz: porque los felices son víctimas de la envidia cruel de aquéllos que no son capaces de asumir ese estilo sano de vida.
Como...
2. Concéntrate en tus errores al menos dos veces a la semana.
3. Adopta el lema “cuando haya…” y repítelo como 5 veces al día.
4. Traslada siempre a otros la culpa de cómo te sientes.
5. Asegúrate de que al menos el 90% de tus vacaciones sigues “conectado”: grabando todo más en la cámara que en tu retina, colgando cada instante, grabando cada momento en los gigas más que en tu corazón.
6. Cárgate de trabajo a todas horas.
Sí, lo sé. He estado más perdido que Wally en el frente atlético. Es lo que tiene cuando decides preparar una boda, casarte y después mudarte. Así, todo a la vez. Porque las cosas en la vida muchas veces suceden de golpe, sin proponérselo… ¡Pero oye! Son aventuras.
Sin embargo, las aventuras también tienen su toque estresante y, por ello, también es necesario saber gestionarlas para poder mantener nuestras emociones y nuestra mente en buen estado de salud.
De eso trata precisamente esta nueva entrada de blog, una nueva reflexión nacida durante el último curso que he tenido el gran placer de realizar en la formación continuada de Cuidados Paliativos, esta vez de manos de Maribel Carreras y Rosa García, dos grandes psicólogas clínicas de este mundo que tanto me apasiona, y que llevaba por título “Afrontamiento del desgaste y la fatiga por compasión”.
Desde hace mucho tiempo comparto la idea de que vivimos condicionados por nuestro entorno y por nosotros mismos hasta límites que ni nosotros mismos sospechamos.
Vivimos en pos de mantener unos seguidores que no sabemos quiénes son, pero cuya opinión nos importa mucho. Somos capaces de colgar desnudos casi de calificación dos rombos para conseguir de los demás una autoestima que somos incapaces de conseguir de nosotros mismos, creando una especie de droga moderna de la cual necesitamos más y más. Hacemos deporte por mostrar resultados a otros. Enseñamos para gustar a otros. Lo cual es curioso, porque a toooooda esa gente en realidad le importamos un mojoncillo. No deja de ser cuanto menos irónico.
![]() |
¿Cuánto "de más" te llena ver esta imagen? |
También estamos los que procuramos utilizar las redes sociales y el Internet para ayudar a los demás. Eso está genial, por supuesto, pero… ¿Qué ocurre cuando somos nosotros los que no nos cuidamos?
Dublin y Spiegelman, en 1947, alegaban que “Es notable descubrir que los hombres y mujeres de la profesión, dedicados a mejorar la salud de los demás, fracasan en proteger la de ellos”.
Yo lo llamo el “síndrome de Amelie” xD
![]() |
Uno de mis momentos felices: quedarme empanado con mi café. |
Piensa por un momento en todo lo que verdaderamente importa en tu vida: tu familia, tus amigos, tus ratos de reflexión, parar y no hacer nada más que tumbarte y escuchar el viento sintiéndote vivo…, esa forma de ocio que te encanta y que hace mucho que no practicas...
Ahora, piensa en todo el tiempo que dedicas a tus redes (añade el que dedicas también por “obligación” o por “mantener el estatus”), a tus horas extra de trabajo, a los “Sí” cuando no sabías decir “No”… Y tradúcelo en tiempo.
Bien, ahora respóndete: ¿cuánto tiempo has dedicado a esto último y cuánto a lo que verdaderamente importa?
El resultado suele ser abrumador… Y tristemente revelador.
Y es que, según ese último famoso anuncio de Ruavieja, nuestro cerebro está diseñado para posponer lo que de verdad importa, en un engaño de pensar que viviremos eternamente.
Pero sabemos que podemos morir en cualquier momento.

Y tras caer tanto en esto, miro atrás y descubro los mejores momentos de mi vida siempre rodeado de la gente que quiero, riéndome, con abrazos, besos, o haciendo lo que me gusta... Y justo ahí decido de vez en cuando “reorientarme”, gestionar esas “aventuras” de las que hablaba al principio del blog para apartar tooooodo y coger tiempo para mí y sentirme genial. Y si hay que apartarse meses, pues oye, hasta que uno esté a tope y decida regresar para darlo todo.
Por eso no está bien visto ser feliz: porque los felices son víctimas de la envidia cruel de aquéllos que no son capaces de asumir ese estilo sano de vida.
Como...
...Decir que “No” cuando sabes que eso está mal visto en el trabajo....No sucumbir a lo que socialmente está aceptado cuando no lo compartes.
...Decir lo que sientes, de manera asertiva, aunque ello duela.
...Decidir ir a ver a tu sobrino en lugar de ir a una espectacular gala de postureo.
...Tener menos seguidores pero ser más fiel a tu auténtica forma de ser.
1. Intenta ser
perfecto siempre....Decir lo que sientes, de manera asertiva, aunque ello duela.
...Decidir ir a ver a tu sobrino en lugar de ir a una espectacular gala de postureo.
...Tener menos seguidores pero ser más fiel a tu auténtica forma de ser.
2. Concéntrate en tus errores al menos dos veces a la semana.
3. Adopta el lema “cuando haya…” y repítelo como 5 veces al día.
4. Traslada siempre a otros la culpa de cómo te sientes.
5. Asegúrate de que al menos el 90% de tus vacaciones sigues “conectado”: grabando todo más en la cámara que en tu retina, colgando cada instante, grabando cada momento en los gigas más que en tu corazón.
6. Cárgate de trabajo a todas horas.
7. Come rápido. Camina
rápido