Y a ti, ¿cómo te gusta el café?


Lo confieso: me encanta el café. Ya he intentado en varias ocasiones no pasar de uno al día, pero en cuanto lo huelo hacerse en la cafetera italiana del estar de Enfermería... Es que me puede.

Para mí, un café significa mucho más que una bebida. Significa un respiro. Tu "kit-kat". Un momento para ti, para descansar, desconectar y reponer fuerzas.
En solitario, es el momento de olvidarse del mundo para disfrutar del instante en que tu mundo eres tú mismo. Cuando tengo turno de mañana, me levanto con mucho tiempo sólo para tirarme 20 minutos en el sofá con el café y la tele.

En compañía, supone un momento de parar el reloj y disfrutar de tu gente y su conversación. Olvidar malos ratos y despejarnos acompañados de aquéllos que apreciamos.

Así es como me gusta a mí el café.



Sin embargo, y sin darnos cuenta, vamos cambiando esta forma de disfrutar de este momento. Es lo que yo llamo "el café tóxico". No, no me refiero a que te pases de cafeína, sino a lo tóxico que puede volverse un estar de Enfermería en el momento del café.

Todos hemos deseado alguna vez no volvernos con los años como aquell@s compañer@s hastías, serias y con malas formas hacia las personas que cuidan o incluso hacia sus propios colegas. Et voilà aquí un momento que nos va construyendo de esa manera sin siquiera darnos cuenta.


El café tóxico es aquel en el que nos juntamos todos y la conversación únicamente versa sobre lo mal que van las cosas, los compañeros tan horribles que tenemos en el turno contrario, lo mal que dejan las cosas cuando llegamos nosotros, lo poco que piensa el supervisor en nosotros, lo maltratados que estamos por las direcciones y las gerencias y esa eterna lucha por demostrar quién tiene más dolencias en el cuerpo o a quién le han ido peor las cosas hoy. Por lo general, suele centrarse en un único tema: planillas injustas, mandamases, política, etc. Para más inri, cuando más tarde tenemos a esas personas delante, somos incapaces de tratar el tema con ellas, auténticas protagonistas.

Yo me he visto innumerables veces sumido en un café tóxico. Y, no sé si os pasa, pero lejos de sentirme "aliviado" después, me noto con mal sabor de boca. Tenso por dentro, con la sensación de lo injusto que es todo lo que no hago yo. Y eso, por supuesto, no es real... Ni justo.

Imaginaos cuánto daño hacen esos cafés día tras día... turno tras turno... ¿En qué nos convertimos?

Es por ello que propongo un pequeño ejercicio: cada vez que expongamos una crítica, debemos exponer también una solución o una alternativa a esa situación adversa. De esa manera, haremos un pequeño esfuerzo por ponernos en el lugar de aquéllos a quienes criticamos, comprendiendo si es fácil su labor, si realmente es para tanto como para que merezca la pena nuestra ira, si nosotros podríamos hacerlo de otra manera y, de no obtener respuesta, incitarnos a hablar con esas personas sobre lo que nos disgusta de ellas antes de criticarlas a sus espaldas.


No te sometas a los cafés tóxicos. De nosotros depende no ir volviéndonos oscuros con el paso de los años y se consigue con pequeños gestos como éste. Huye de los cafés tóxicos si hace falta. Procura ser el buen rollo; el soplo de aire fresco del equipo.

Y a ti, ¿cómo te gusta el café? ¿Qué supone para ti?

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